En un mundo donde la perfección se sobrevalora, existe un talento secreto que pocos aprecian: el arte de cagarla. Porque, seamos honestos, todos metemos la pata alguna vez, pero hacerlo con gracia, estilo y aprendizaje es un don que merece reconocimiento.
Cada error bien gestionado es una oportunidad para crecer. La Torre de Pisa no es solo un monumento; es un recordatorio de que las grandes cagadas no necesariamente arruinan tu legado.